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La Historia de Boba Fett (FanFic) | Asociación de Fans de la Guerra de las Galaxias HoloRed Estelar

La Historia de Boba Fett (FanFic)

La Historia de Boba Fett (FanFic)

Ésta es la historia de un hombre. Un hombre misterioso y con un incierto pasado. Ese hombre vivía en un planeta alejado de todo, de la guerra, de la Antigua República y del Imperio. Ese planeta era el mundo de Concord Dawn. Y ese hombre soy yo.

Mi nombre es Jaster Mereel. De profesión, protector viajero. Me dedico a proteger los derechos de la gente en este, mi tranquilo y aburrido planeta. Trabajo como aplicador de la ley en el Senado de mi planeta, en la capital, Concord City. Vivía con mi mujer y mi futuro hijo, en  mi casa de las montañas Dawner, muy cerca del lugar de trabajo. Por aquella época apareció  en el Senado un antiguo compañero de infancia. Llevaba muchos años fuera, puesto que muy joven se había marchado al corazón de la galaxia. Su nombre era Mail Dampner. Llevaba sin verlo unos cinco años. Logré hablar cuando pude con él y me dijo que se había licenciado en la Escuela de Derecho Estelar de Coruscant y que allí había conocido a un hombre que le invitó a la Academia Imperial:

-Su nombre era Arol Konrad. Era de Corellia. Estuvimos juntos un tiempo pero poco después deserté. Desde entonces ya no supe más de él. Tenía espíritu de pirata. Supongo que se metió a contrabandista o algo por el estilo, no sé…

Cuando hablaba de él se estremecía. Creo que le tenía miedo. Y no sabía por qué. Había oído hablar de muchos Konrad. Matones, contrabandistas, traficantes… pero ninguno de nombre Arol. Aquello me estremeció, el apellido Konrad era un tanto siniestro. “Quizás”, pensé, “Arol sea un pseudónimo y ese tipo sea algún Konrad malvado”. “No”, pensé,”seguramente estoy equivocado”.

No sospeche más de Mail. Lo conocía muy bien y sabía que era alguien de confianza. Lo pensé durante algún tiempo, hasta que él empezó a hacer cosas raras. De cuando en cuando faltaba al trabajo y hacía largos viajes por la galaxia.

-Trabajillos y encargos del jefe –solía decir.  ¿Quién demonios era el tal “jefe?. Fuera quien  fuera lo estaba matando. Le daba mil vueltas. Y luego volvía de sus misteriosos viajes. A mi parecer algo raro le pasaba… Cuando volvía estaba en pésimo estado. Volvía como drogado. Yo no pude aguantar más. Estaba harto. No quería ver a mi compañero y amigo así. Se había vuelto sucio, corrupto, antipático y amargado. Muchas veces no acudió el trabajo y fue pillado traficando con la poderosa droga Glitterstim, el aditivo más poderoso de la galaxia, sólo  extraíble en el planeta minero llamado Kessel. Y por aquel entonces descubrí que aquel había sido el misterioso destino de mi extasiado y ahora odiado compañero Dampner. Por su delito de tráfico ilegal de especia Glitterstim fue encerrado en la prisión local de Concord City, pero al poco tiempo se le devolvió a la calle, en libertad, pero sin sueldo y trabajo. Estaba loco. No  paraba de hablar.

-La culpa la tiene el jefe. Tengo que verle.

Tengo que salir de este miserable planeta y ver al jefe… ¡ necesito glitterstim! –chillaba.

Yo intentaba ayudarle pero no lo conseguía. Alguien o algo lo había podrido por dentro… Quién quiera que fuera ese jefe lo había destrozado…  Un día llegué a casa y encontré un holograma grabado.

¡El remitente era Mail Dampner! Decía que se había llevado a mi mujer y que pedía un rescate por ella. Que tenía unas horas para hacerlo y que si no lo cumplía por cualquier razón la  ataría y se suicidaría. No podía llamar a la policía.

¡Se había vuelto loco! Estaba desesperado. No sabía que hacer. ¿Adónde acudir?. Reflexioné y le dí mil vueltas a la cabeza. No lo dude más. Cogí la pistola láser y me dirigí a la antigua fabrica Imperial. “Allí”, pensé, “debe estar ese bastardo”. Allí le encontré tras su vuelta del Centro  imperial. Y allí le habían pillado traficando con Glitterstim. Cogí mi vehículo y me dirigí a toda velocidad. Odiaba a mi, ahora loco enemigo, antes amigo, y odiaba aún más al que lo había transformado en algo tan vil y malvado.

Cuando llegué me entraron escalofríos. ¿Le había hecho algo a mi mujer?. Lo odiaba. Esto no se lo perdonaría nunca. Entré en una oscura estancia. Colgado en lo alto sobresalía un símbolo del Imperio. Al otro lado existía un busto del Emperador Palpatine. De súbito, escuché un ruido fuerte. Empecé a temblar. Pronto, cargue con celeridad la pistola con una célula de energía. Apenas podía mantener la pistola quieta. Al entrar en la siguiente habitación me sobresalté.

Había Glitterstim por todas partes. Poco a poco se iba pudriendo con la luz del sol que entraba por una pared rota de la vieja fábrica. Junto a él había un líquido rojo. ¡Sangre! ¿De quién, de mi mujer o de Dampner? ¿Cómo podía haber hecho eso a mi mujer, con lo que la apreciaba?.

Al entrar en el almacén me encontré con un gran charco de sangre. Me horroricé. Sentado en una pared del fondo estaba él. Herido. Se había herido él miso. Se había hecho un corte en el brazo. Apunté la pistola hacia él. Estaba muy enfadado. Él reía sarcásticamente.

-¿Qué has hecho con ella, maldito bastardo?.

-La he llevado a un lugar mejor. Seguro que allí esta mejor que en este miserable planeta.

-¿Por qué has hecho esto?. Yo creí que eras mi amigo, Mail.

-Lo siento, pero necesito ese dinero que me has traído.

-No te he traído nada.

-Sí. Lo has traído. Me quieres engañar. Necesito créditos para el Glitterstim.

-¿Te ha hecho esto tu “jefe”, ¿eh?. ¿Quién es?. Dime.

-¡No te diré nada! ¡Necesito el dinero ahora¡

No pude aguantar más. Apunté la pistola hacia él. Estaba más furioso que nunca. Lo odiaba.

Chillé: -¡Esto es lo que tú necesitas Mail Dampner!

Descargué todo mi odio contra él. Loincineré vivo con mis ráfagas láser. Jamás olvidaré aquel momento de odio y venganza. Se quedo ahí, quieto, muerto. El que yo creía mi mejor amigo…

Unos minutos más tarde, llegó la policía de la ciudad. No encontraron a mi mujer. Fui pillado con el arma en las manos y el odio en mi cabeza. No tuvieron piedad. Me declararon culpable de asesinato. Una parte de mí decía que lo que había hecho estaba mal. Pero yo no le podía perdonar… A los pocos días fui encerrado en la prisión estatal de Concord City, el lugar donde había sido encerrado unos días antes, la víctima de mi odio. Un hombre bien uniformado entró en la celda. Tenía pinta de ser amable. Debía ser mi abogado. Pero no estaba seguro de  aquello.

-¡Hola!. Me llamo Irving Creel. Soy su abogado. Vengo a sacarle de aquí… su juicio se celebrará pasado mañana…

Y así fue. Llegó el fatídico día. Todo empezó bien. Las pruebas parecían convincentes a mi modo de ver.

-Señoría, hay pruebas irrefutables sobre la inocencia de mi cliente. Tengo aquí una muestra científica que corrobora la posibilidad de que el señor Jaster Mereel se defendiera de la víctima.

Todos conocemos los planes que aquella persona esperaba realizar por el holograma  encontrado en el domicilio de mi cliente. El juez no parecía muy convencido. Tras un largo estudio realizado con sus ayudantes judiciales y tras una charla con el fiscal, se dirigió hacia mí y pronunció esas terribles palabras:

-Señor Jaster Mereel, ¿se arrepiente de haber asesinado a Mail Dampner?

Me estremecí. Mi mente no paraba de dar vueltas. Miré a Creel y él me miró a mí con aire nervioso. Finalmente dije lo que pensaba mi corazón:

-No. No me arrepiento de haber hecho lo que hice. Solo vengué a mi mujer. Aquel hombre la mató y escondió su cadáver. Lo sé. Sólo hice lo que tenía que hacer.

-Eso no es al cien por cien seguro, ¿lo sabe?…

-Sí. Yo lo vi. Vi su sangre. Nunca me arrepentiré de lo que hice…

Aquellas palabras me costaron caro. El juez, tras deliberar lo dicho me declaró culpable de homicidio y fui castigado con la perdida de mis posesiones y con el exilio de Concord Dawn para siempre. Aquello me arruinó la vida… A los pocos días de aquello me sacaron de la celda donde había pasado las dos últimas semanas y me introdujeron en una nave de aspecto rectangular, un crucero tipo corellian. Justo antes de despegar, Creel habló conmigo:

-Lo siento, Señor Mereel. Siento que no se tragaran mis argumentos. Hice lo que pude, ¿entiende?. Creame… ¡le deseo mucha suerte!, Páselo lo mejor posible, ¡adiós!…

Lo salude con la mano, pero aquello ni le inmutó. Aquel tipo siempre me había parecido raro. Siempre estaba nervioso, le sudaban las manos. Me dijo que era un archiconocido abogado,  por lo que supuse que sería bueno, pero realizó una horrorosa defensa, parecía dormido durante el juicio…

Partimos. Nuestro objetivo, el planeta Myrkr. Nunca llegamos. Durante la travesía fuimos asaltados por una nave de extraño aspecto. Parecía un carguero corelliano, pero tenía múltiples modificaciones. Abordó la nave, pero pacíficamente. Le ví desde la celda de reojo. Era un trandoshano, una especie bípeda, con aspecto de reptil. No le entendí muy bien. Dijo, con un acento extraño, que se llamaba Bossk. Por lo visto era un cazarrecompenzas al servicio del Imperio. Le dijo a los pilotos de la nave, que pronto lo reconocieron; que había capturado unos Wookies y que quería vendérselos al mejor postor. Un Wookie significaba un buen esclavo en gran parte de la galaxia. Los pilotos necesitaban uno. De súbito, uno de ellos murmuro algo al oído del otro y se acerco a la celda y me saco de ella. Empezó a hablar con el trandoshano:

-Te podemos ofrecer esto convicto. Esta acusado de asesinato. Te lo podemos dar a cambio de algún Wookie, ¿de acuerdo?. Podrías vendérselo a alguien…

El tal Bossk, reflexionó un poco y finalmente se dispuso a hablar:

-De acuerrsdo, podéiss quedarros con el Wookie, a cambiio del presso, ¿valee?.

El piloto principal de la nave y el trandoshano estrecharon las manos. Uno de los pilotos me cogió bruscamente del brazo y me entrego al cazarrecompenzas. El trandoshano se fue a la parte trasera de su nave y, al cabo de un rato, trajo consigo a un Wookie, negro y muy muy peludo. Después me metió en su nave y empezó a hablar conmigo:

-Me llammo Bossk. Y esta es mi navve, el Diennte de Perro. Soy cazarrecompensass. Ahorra no me sirvess para nada. Pero serré buenno contigo. Te dejjaré libre en el próximmo planettaque avistemos. Sólo quería deshacermme de ese brutto Wookie. Te solttaré en el planeta Dxun.

¿de acuerdo?

-¡De acuerdo! –respondí complacido.

Mi mente comenzó a volar a otros sitios, intentando hacer planes para los proximos dias, o quizas proximos segundos , no podía fiarme del esclavista, pero algo en mi interior me tranquilizó. Poco más tarde me dio algo de comer, me sente de nuevo en mi sitio, desde aquel momento no paré de pensar en el misterioso “jefe” de Mail Dampner, mientras viajábamos a Dxun. ¿Tendría algo que ver con el tal Arol Konrad?. “Solamente”, pensé, “sólo hay una forma de averiguarlo”… CONTINUARÁ…

 (Este relato fue escrito cuando existían las pesetas y no se había escrito aun el Episodio II)

 



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